En esta Cuaresma no podemos desconocer el pedido del Papa Francisco a la hora de
preparar el corazón:
Inspirado en las palabras del
apóstol Pablo: “Cristo, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor
8, 9), el Santo Padre recuerda que “a imitación de nuestro Maestro, los
cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a
hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La
miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin
solidaridad, sin esperanza”, destaca el Papa, que invita a reflexionar en el
camino personal y comunitario de conversión sobre tres tipos de miseria: “la miseria
material, la miseria moral y la miseria espiritual”.
Estas fuertes palabras, que luego desarrolla con
mayor especificidad, son dirigidas sobre todo a jóvenes y adultos, trabajarlas
con los niños puede resultar más difícil, sin embargo trataremos de intervenir
desde ese mensaje en las conciencias de los niños pasando previamente por
nuestra propia experiencia. Si los adultos no nos hacemos cargo de estas
palabras, difícilmente seremos creíbles ante la aguda sensibilidad de los
niños.
Preparar el corazón
Tengamos en cuenta que es harto decir que la
Cuaresma como el Adviento es una época para cambiar el corazón, y si bien es
una manera de decir, sería mucho mejor, más que cambiarlo, PREPARARLO PARA LA
FIESTA. Porque el corazón que tenemos es
hermoso, es un corazón tocado por Dios en el Bautismo y que en ese simple acto,
simple como unas gotas de agua, Dios se hizo lugar allí con la infinidad de
posibilidades que eso conlleva. Dios ya cambió nuestro corazón. Una posibilidad es precisamente sanarlo, prepararlo, adornarlo,
agrandarlo, abrirlo. Posibilidades muy fáciles de concretar ya que el Mismo
Dios nos ayuda a hacerlas si lo pedimos con un poquito de amor y de fe.
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