martes, 18 de septiembre de 2018

Recursos: Conmemoración de los Fieles difuntos - 2 de Noviembre


Dijo Jesús: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que crea en Mí aunque muera, vivirá y el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Jn. 11, 25- 26)
Ante la muerte de un ser querido, Jesús puede preguntarnos lo mismo que a Marta, “¿Crees esto?” Confiar en Él que venció a la misma muerte. Poner toda nuestra esperanza en Su Palabra, “Yo soy la Resurrección y la Vida…”
El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma.
La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos. Nosotros podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.
La Iglesia nos invita a recordar a los difuntos el día 2 de noviembre de cada año. Ese día celebramos la esperanza de una vida con Dios, plena de felicidad y para siempre muy cerquita de Él.
El Papa Francisco nos recuerda que “Rezar por los difuntos es, sobre todo, un signo de reconocimiento por el testimonio que nos han dejado y el bien que han hecho. Es un agradecimiento al Señor porque nos los ha donado y por su amor y su amistad. …Oremos con esperanza cristiana que estén con Dios en el paraíso, en la espera de encontrarnos juntos en ese misterio de amor que no comprendemos, pero que sabemos que es verdad porque es una promesa que Jesús ha hecho. Todos resucitaremos y todos permaneceremos por siempre con Jesús, con Él…
La comunión de los santos, de hecho, indica que todos estamos inmersos en la vida de Dios y vivimos en su amor. Todos, vivos y difuntos, estamos en la comunión, es decir, unidos todos, ¿no?, como una unión; unidos en la comunidad de cuantos han recibido el Bautismo, y de aquellos que se han nutrido del Cuerpo de Cristo y forman parte de la gran familia de Dios. Todos somos de la misma familia, unidos. Y por esto rezamos los unos por los otros. (Catequesis, 30/11/2016).
Sugerimos rezar con los niños por los difuntos. Es una obra de misericordia. Podemos armar un altarcito en el salón donde habitualmente tienen el encuentro de catequesis/ actividad parroquial o en el templo/ capilla. Conversemos con ellos sobre sus realidades, cuáles son sus emociones al recordar a un ser querido que ya murió. Seamos prudentes al escucharlos, seamos capaces de abrazarlos con el silencio de nuestra escucha atenta.
Luego, iluminamos esta realidad con la Palabra de Dios, Jn. 11, 25-26
Con la esperanza puesta en Jesús porque creemos lo que nos dice, escribimos en unos corazones de papel (puede ser uno solo, grande) los nombres de nuestros seres queridos difuntos y tomados de la mano rezamos un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria por ellos.

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