Cuando
caminamos, el por qué caminamos, determina en gran medida la manera, el modo,
la predisposición, etc como lo hacemos. Si vamos al médico o a darnos una
inyección, tendremos un modo de caminar seguramente distinto a si vamos a una
fiesta, una celebración, un recital. Cada uno encontrará sus ejemplos.
Animarnos al desafío de ser
Peregrinos de Esperanza nos exige hacerlo con Alegría. En palabras de Francisco
que nos trae nuestro arzobispo en el primer capítulo de su carta apostólica:
“La alegría hace fuerte la esperanza y la esperanza florece en la alegría”. Lo
desafiante de esto radica en el hacerlo vida: gesto y palabra. Lo desafiante es
que no sea solo una frase, sino una expresión concreta, cotidiana y testimonial
de nuestra experiencia apostólica. Lo desafiante es descubrir en nuestras
comunidades, los signos, las palabras y los gestos que expresen claramente que
somos Peregrinos de Esperanza. La esperanza de tender la mano con alegría, la
esperanza de escuchar con alegría, la esperanza de cuidar con alegría, la
esperanza de asistir con alegría, la esperanza de hablar con alegría, etc, etc.
Tenemos que acordar que queremos que nuestra alegría sea el testimonio
cotidiano de la Esperanza que nos llega de Jesús Resucitado.
Los chicos y las chicas son
portadores naturales de esperanza y alegría. A nosotros adultos nos toca cuidar
que ese tesoro no quede en el camino de su crecimiento. Somos responsables
directos porque nos ven y nos escuchan.
Que de la mano de María, podamos
con un corazón generoso, animarnos al desafío de ser Alegres Peregrinos
de Esperanza.
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