lunes, 18 de septiembre de 2017

Nuestro Altarcito



Encuentro que nos hace arder el corazón...

Con gran alegría y esperanza seguimos acompañando la religiosidad y espiritualidad de nuestros niños, recuperando y recreando los diferentes modos de expresar el Don de la Fe.

Con la plena certeza de ser discípulos misioneros de Jesús, nos animamos a seguir caminando con Él, en actitud de “salida”, es una salida que nos provoca a caminar con un corazón abierto.  A cada uno, Jesús nos invita a recorrer un camino en el que, Él mismo nos hace arder el corazón, como lo hizo con los discípulos de Emaús.

Siempre que tenemos la experiencia de ser encontrados por Jesús en el camino... ¡nos arde el corazón! Y así, el encuentro con él, se transforma en encuentro evangelizador capaz de alcanzar a los más pequeños; no podemos encerrar o tapar el ardor que Jesús nos regala. 

¡Qué hermoso! es caminar junto a los niños y dejarnos contagiar por la alegría que nos da la amistad con Jesús. Podemos llenar nuestro corazón de tantas palabras, gestos, miradas y sonrisas de los más pequeños y sentir siempre un renovado ardor que nos mueve a compartir con otros la Buena Noticia.

Los niños, son expertos en dejarse encontrar por Jesús y en trasmitir el ardor del corazón con espontaneidad y frescura evangélica;  saben que a Jesús pueden contarle todo, pueden confiarle con serenidad lo que les pasa y llevan en el corazón..., con plena certeza ellos tantas veces nos dicen: ¡Jesús siempre me escucha!, y ésta no es una afirmación ingenua, sino al contrario, es una afirmación de fe, que nos hace arder el corazón.
Como agentes pastorales hemos recibido una hermosa misión: custodiar la feliz amistad con Jesús que tienen los niños, cuidar que nada sofoque la alegría del encuentro con Jesús mientras van de camino y alimentar en ellos el deseo de anunciarlo a quienes más lo necesitan.

Ante tan alta misión, nos puede surgir una pregunta: ¿cómo vamos a saber el camino? ..., y Jesús nos responde con una propuesta provocadora: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) (Cf. DA 101); si nos lanzamos con confianza y nos dejamos interpelar por la propuesta de Jesús, seguramente sentiremos el ardor del corazón por tantas realidades que los niños viven cotidianamente y a las cuáles estamos deseosos de poder responder con amor creativo y renovado.

Cuando nos dejamos encender el corazón por Jesús, él nos regala la mirada cercana que los niños necesitan, una actitud permanente de puertas abiertas y una hospitalidad exquisita, en la que dejamos transparentar la predilección de Jesús por los más pequeños.

Los discípulos de Emaús, tuvieron un encuentro con Jesús que ¡les hacía arder el corazón! Nuestras palabras y gestos, ¿hacen arder el corazón de los niños? Podemos pedirle a Jesús que nos muestre siempre más, su humanidad. Jesús nos muestra que no sólo se acerca a los discípulos sino que también hace el camino con ellos.

Cuando nos dejamos encender el corazón por Jesús, “no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20), ¡al contrario, necesitamos compartirlo con los demás! Y que hermoso es poder trasmitir con los niños la certeza que Jesús quiso quedarse con nosotros para darnos vida y vida en abundancia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario