Encuentro que nos hace arder el
corazón...
Con gran alegría y esperanza
seguimos acompañando la religiosidad y espiritualidad de nuestros niños,
recuperando y recreando los diferentes modos de expresar el Don de la Fe.
Con la plena certeza de ser
discípulos misioneros de Jesús, nos animamos a seguir caminando con Él, en
actitud de “salida”, es una salida que nos provoca a caminar con un corazón
abierto. A cada uno, Jesús nos invita a
recorrer un camino en el que, Él mismo nos hace arder el corazón, como lo hizo
con los discípulos de Emaús.
Siempre que tenemos la
experiencia de ser encontrados por Jesús en el camino... ¡nos arde el corazón!
Y así, el encuentro con él, se transforma en encuentro evangelizador capaz de
alcanzar a los más pequeños; no podemos encerrar o tapar el ardor que Jesús nos
regala.
¡Qué hermoso! es caminar junto a
los niños y dejarnos contagiar por la alegría que nos da la amistad con Jesús.
Podemos llenar nuestro corazón de tantas palabras, gestos, miradas y sonrisas
de los más pequeños y sentir siempre un renovado ardor que nos mueve a
compartir con otros la Buena Noticia.
Los niños, son expertos en
dejarse encontrar por Jesús y en trasmitir el ardor del corazón con
espontaneidad y frescura evangélica;
saben que a Jesús pueden contarle todo, pueden confiarle con serenidad
lo que les pasa y llevan en el corazón..., con plena certeza ellos tantas veces
nos dicen: ¡Jesús siempre me escucha!, y ésta no es una afirmación ingenua,
sino al contrario, es una afirmación de fe, que nos hace arder el corazón.
Como agentes pastorales hemos
recibido una hermosa misión: custodiar la feliz amistad con Jesús que tienen
los niños, cuidar que nada sofoque la alegría del encuentro con Jesús mientras
van de camino y alimentar en ellos el deseo de anunciarlo a quienes más lo
necesitan.
Ante tan alta misión, nos puede
surgir una pregunta: ¿cómo vamos a saber el camino? ..., y Jesús nos responde
con una propuesta provocadora: “Yo soy el
camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) (Cf. DA 101); si nos lanzamos con
confianza y nos dejamos interpelar por la propuesta de Jesús, seguramente
sentiremos el ardor del corazón por tantas realidades que los niños viven
cotidianamente y a las cuáles estamos deseosos de poder responder con amor
creativo y renovado.
Cuando nos dejamos encender el
corazón por Jesús, él nos regala la mirada cercana que los niños necesitan, una
actitud permanente de puertas abiertas y una hospitalidad exquisita, en la que
dejamos transparentar la predilección de Jesús por los más pequeños.
Los discípulos de Emaús, tuvieron
un encuentro con Jesús que ¡les hacía arder el corazón! Nuestras palabras y
gestos, ¿hacen arder el corazón de los niños? Podemos pedirle a Jesús que nos
muestre siempre más, su humanidad. Jesús nos muestra que no sólo se acerca a
los discípulos sino que también hace el camino con ellos.
Cuando nos dejamos encender el
corazón por Jesús, “no podemos callar lo
que hemos visto y oído” (Hch 4,20), ¡al contrario, necesitamos compartirlo
con los demás! Y que hermoso es poder trasmitir con los niños la certeza que
Jesús quiso quedarse con nosotros para darnos vida y vida en abundancia.
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