jueves, 8 de mayo de 2014

Revista Pentecostés 2014: “Contagiemos la fuerza de tu Amor”

El amor nos hace sentir fuertes. Porque el amor hace posible lo imposible. Sencillo, lo complejo. Un corazón enamorado, un corazón lleno de amor no calcula el esfuerzo. Todo lo que tenga que hacer por el amado no es un esfuerzo, es un regalo a ofrecer.
Al ser testigos de un amor así, se nos dibuja una sonrisa en el rostro o brota espontáneamente, una lágrima de emoción, como si el amor del otro desbordara en nosotros. Esos amores nos contagian. Y nos estremecemos y regocijamos ante la belleza de un amor que no mide, que entrega y se entrega en cada acto. Hasta incluso llegamos a añorar la oportunidad y la manifestación de esos amores incondicionales que son capaces de mover montañas.
No hablamos solamente de la fuerza de un amor de pareja, hablamos de la del amor de una madre  o de un padre que se queda en vela una y otra noche  cuidando a un hijo afiebrado.  La fuerza del amor de un amiga/o que deja sus diversiones si su amiga/o necesita  un abrazo o un oído abierto y atento. Incluso, hablamos de la fuerza del amor de un maestro que no se da por vencido frente a un alumno que maneja otros tiempos de aprendizaje, otros modos de aprender, otras situaciones existenciales y busca el espacio, el recurso, el método para que pueda pasar el puente y llegar a la otra orilla tan deseada. Podemos seguir dando ejemplos que ustedes viven y conocen a diario, pero preferimos que lo hagan con nombre y apellido. Dando gracias y valorando a cada héroe diario que lucha con la fuerza del amor de su lado. Aprovechando también esta ocasión para pedir por ellos; para que no se desanimen en sus esfuerzos, no siempre conscientes, por amar generosamente.
En estas escenas los protagonistas pueden no tener fe. Pueden ser personas que desconocen o que no reconocen a Dios, a su Santo Espíritu como fuente de su gran amor. Nosotros sabemos que el Gran Desconocido está allí. Y que, si no estuviera, la fuerza de ese amor perece con mayor rapidez o ante los primeros obstáculos. Sin la fuerza renovadora del  Espíritu Santo, nuestro amor terrenal moriría.
Tenemos una gran ventaja. Jesús nos promete quedarse con cada uno de nosotros, en el interior de nuestro ser a través de su Santo Espíritu y desde allí renovar y fortalecer nuestro amor. Aprovechemos este regalo y salgamos a movilizar al mundo, desde nuestro lugar, con la Fuerza de su Amor.  Cuando pasa el amor, nada permanece igual. Cuando nos encontramos con el Amor de Dios no podemos quedarnos quietos, todo se mueve dentro  y a nuestro alrededor. Genera una fuerza vital  que nos da valentía,  alegría, transparencia, naturalidad, generosidad, humildad… nos hace más misericordiosos.
“Pidan y se les dará” nos dice Jesús. Pidámosle, entonces, con confianza al Señor que en este Pentecostés, “Contagiemos la Fuerza de tu Amor” a cada paso, en especial  cuando estemos con los chicos de nuestras parroquias, en nuestras familias y en nuestros colegios.  Para que a su vez ellos contagien la fuerza del amor de Dios que hace bellas todas las cosas.

Que el Señor nos conceda

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