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Cuando decimos Navidad nuestro corazón y pensamiento se dirigen a la
gruta de Belén.., gruta llena de vida, donde al encontrarnos con la mirada de
María y José, con su dulzura y ternura nos invitan a acercarnos y tocar con
nuestras manos a quien es la misericordia que se hizo hombre…, el niño Jesús!!
En él todos podemos redescubrir la alegría experimentando
la ternura de Dios que es Padre y que sigue viniendo a nuestro encuentro.
Qué hermoso es ayudar a nuestros niños a entrar en la gruta de Belén en
compañía de los pastores, personas simples y amables para los más pequeños,
personas que saben de esperas, atentos y dispuestos a dejarse sorprender por la
novedad, por la Buena Nueva de la presencia de Dios con nosotros!!, personas
capaces de trasmitir a otros la alegría de encontrarse con Jesús…, pastores
dóciles a la invitación de ir y ver, ir a Belén y ver al recién nacido para
dejarse maravillar por Él.
Con plena conciencia podemos afirmar que toda experiencia auténtica de
verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y los más expansivos
sabemos que son los niños en gestos y palabras.
Cuanto nos enriquece el corazón poder imaginar y revivir el
acontecimiento de la encarnación de Jesús así…
“Al
tiempo del rey Herodes, la noche en la cual nace Jesús, los ángeles llevaron la
Buena Noticia a los pastores.
Había un pastor muy pobre…, tan pobre que
no tenía nada.
Cuando sus amigos decidieron ir a la gruta
llevando algunos regalos ,lo invitaron
también a él.
Pero él decía: “yo no puedo ir, tengo las
manos vacías…, que puedo dar?”.
Los otros amigos le dijeron tantas
cosas…que terminaron convenciéndolo; así llegaron al lugar donde se encontraba
el niño con su Madre y José.
María tenía entre los brazos al niño y
sonreía al ver la generosidad de quien le presentaba un pan, una oveja, lana, y
algunos frutos…
Ella con su mirada tierna buscó al pastor
que no tenía nada y le hizo una señal para que se adelantara y no se ocultara
más. Él se adelantó muy avergonzado…, María por su parte, para tener las manos
libres y poder recibir los dones que los demás pastores le ofrecían, entregó y
colocó dulcemente el niño entre los brazos de aquel pastor pobre que tenía las
manos vacías…”.[1]
En
este tiempo de misericordia, queremos dejarnos conducir por la Virgen María,
quien es madre y maestra porque nos enseña a recibir a Jesús con las manos
libres y abiertas para dejar que Él recree nuestra vida y así presentarlo a los
más pequeños para que se encuentren con su amor y sigan creciendo en la feliz
amistad con él.
Acompañando a nuestros niños a
preparar su altarcito con el pesebre, podemos contemplar en la presencia de
María, José, los ángeles, los pastores, las ovejas…, la misericordia de Dios
que se hace presente en la cotidianeidad de la Sagrada Familia de Nazaret; y
pedirles a ellos que nos ayuden a reconocer tantos pesebres vivientes que se
presentan en nuestra vida diaria para dejarnos apesebrar el corazón con la
sencillez y humildad del niño Jesús que desea una vez más, abrazarnos con su
inmensa misericordia.
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