ANUNCIO DEL SÍNODO ARQUIDIOCESANO
A LAS COMUNIDADES PARROQUIALES Y A TODO EL
PUEBLO DE DIOS
Carta
del Arzobispo Card. Mario A. Poli 11 de diciembre
Queridos hermanos en Cristo
Jesús: Como todos los años, el Adviento alimenta en nosotros el deseo de
encontrarnos con el Señor que viene a nuestras vidas. Así como la bondad de sus
obras y las palabras que anunciaban la salvación proclamada por Jesús advirtieron
a Juan el Bautista su presencia, del mismo modo, la liturgia de este domingo
nos invita a descubrirlo en las secretas y variadas maneras de hacerse presente
en el rostro de nuestros hermanos. El anuncio de un Dios que tomó nuestra
condición humana, sigue siendo la más maravillosa noticia de los siglos y es
fuente de renovada alegría.
El esperanzador tiempo del
Adviento me anima a dirigirles esta carta para anunciarles que, con la ayuda
del Espíritu Santo, nuestra querida arquidiócesis de la Santísima Trinidad de
los Buenos Aires, se dispone a celebrar un Sínodo, que durará los próximos
años. Si bien es una institución muy antigua en la vida de la Iglesia católica,
no está demás decir que «sínodo» significa «hacer juntos el camino». ¿De qué
camino se trata? Pues bien, no es otro que el camino del amor misericordioso y
compasivo de Jesús, «quien pasó haciendo el bien y curando a todos» (Hch 10,
38). Él es el Camino que conduce al Padre. Sin dudas, nuestro Sínodo es un
fruto del Año de la Misericordia. Ese tiempo de gracia nos ha dejado un legado
que no podemos ignorar ni dilatar: «La Iglesia tiene la misión de anunciar la
misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe
alcanzar la mente y el corazón de toda persona; hace suyo el comportamiento del
Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno» (MV 12).
Encuentro en estas palabras la razón de ser y el objetivo último del Sínodo, al
que aspiramos con la gracia del Espíritu Santo.
La mejor imagen que identifica al
Sínodo es la Iglesia en actitud de escucha a sus hijos. Para lograrlo nos
dedicaremos tiempos y espacios de diálogo, de comunión y de oración, de modo
que los bautizados podamos escucharnos y entendernos, y animados por un mismo
sentimiento de caridad, todos, pastores y pueblo fiel, a su vez, podamos
escuchar lo que el Espíritu dice a nuestra Iglesia de Buenos Aires (Cfr. Ap 2,
11). El Sínodo nos permitirá sintonizar con el espíritu de servicio
misericordioso que nos enseñó Jesús. Será también una oportunidad para reavivar
el entusiasmo apostólico, que contagie en nuestras comunidades el deseo de un
renovado testimonio de nuestra fe, capaz de anunciarlo a quienes no lo conocen.
Una iglesia sinodal está mejor preparada para evangelizar nuestra ciudad.
La participación personal y
comunitaria, el encuentro, la recepción y la buena acogida del hermano que
llega, el espíritu fraterno, la cercanía a todos los bautizados, el diálogo y
respeto por las ideas del otro, la capacidad de escucha, una sostenida espiritualidad
de comunión, la alegría en el servicio, los deseos de aprender de los demás, la
paciencia y perseverancia en las pruebas, el exponer con caridad y verdad lo
que pensamos, el salir al encuentro de los que no creen, una constante
sensibilidad para los enfermos y los pobres, el dar lugar para que participen
los niños y los jóvenes –la Iglesia del mañana–, conforman entre otras virtudes
y actitudes, el vocabulario más conveniente para que el Sínodo nos ayude a
todos a crecer en un amor incondicional a la Iglesia. El Sínodo es sinónimo de
Iglesia, y también se lo puede imaginar como una nave que despliega sus velas,
para que los vientos del Espíritu divino nos empujen a donde Él quiera. El
Sínodo nace y vive de la Eucaristía, y eso nos asegura la presencia misteriosa
del Señor durante el camino sinodal. Para que todo ocurra según la voluntad de
Aquel que nos incorporó a su Iglesia, tomamos de cada Eucaristía lo que
necesitamos para seguir caminando.
Que el Sínodo porteño nos permita
cumplir con el deseo del Papa Francisco para con toda la Iglesia: «Sueño con
una opción misionera capaz de transformarlo todo» (EG 27). Cuando en el 2020
nuestra arquidiócesis cumpla los 400 años de vida, es mi deseo –confiando en la
ayuda de Dios–, que la celebración nos encuentre unidos y trabajando en ese
propósito. Para sentirnos seguros como los niños en manos de su madre,
invocamos a Nuestra Señora de los Buenos Aires, para que nos cuide y sea
nuestra compañera de camino, y que el ejemplo de nuestro santo patrono San Martín
de Tours nos recuerde el primado de la caridad para con los pobres. Los abrazo
y los bendigo a ustedes y a sus seres queridos.
Cordialmente.
+ Mario Aurelio
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