Ser los oídos de Jesús en el
mundo…
Nuestro Altarcito es un espacio
de reflexión para alimentar en nosotros el deseo de acompañar la religiosidad y
espiritualidad de nuestros niños, recuperando y recreando los diferentes modos
de expresar el don de la Fe.
En nuestro
camino de agentes pastorales muchas veces nos vienen a la mente algunas
preguntas: ¿cómo escuchar a los niños…, en qué tiempo…? ¡Muchas son las voces y
parecen pocos los oídos…!; la respuesta implica poner en juego actitudes y
sentimientos que brotan sin ninguna duda del Corazón de Jesús.
Y quizá nos haga bien recordar y pasar por corazón,
este momento: Después, levantando los ojos al cielo,
suspiró y dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus
oídos”. (Mc 7, 34- 35). Cuando Jesús abre los oídos es para poder escuchar, pero no de cualquier
manera, sino como Él lo hace; Jesús nos capacita para vivir con los oídos en el
corazón, pero en el corazón ¿de quién?, en el corazón de los niños para
conocerlos y poder anunciarles la Buena Noticia de Jesús.
Hoy necesitamos escuchar qué
dicen nuestros niños, qué desean contar, qué anhelan, cuáles son sus sueños o
temores…, qué dicen ellos acerca
de Jesús; pero solos no podemos, por eso decimos una y otra vez:¡¡Espíritu Santo, queremos
escucharnos!!. Necesitamos poner el oído en los más pequeños, para descubrir lo que ellos necesitan escuchar y así,
anunciarles la Luz de la Palabra. Esta actitud de escucha es profundamente
religiosa y pastoral. En el fondo es una «sensibilidad espiritual para leer en
los acontecimientos de los niños el mensaje de Dios» y esto es mucho más que encontrar algo
interesante para decir. (Cfr. EG 154).
Tener la experiencia de «Efatá», nos hace ser los oídos de Jesús en el mundo, en el mundo de las familias
donde viven nuestros niños, en su grupo de amigos, en su Parroquia, en su
escuela, en el mundo de los abuelos con quienes los niños comparten con el
corazón abierto.
Ser los oídos de Jesús en el mundo, muchas veces es detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a
los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó
al costado del camino. (Cfr. EG 46). Cuando Jesús pronuncia «Efatá» en nuestra vida, no sólo nos abre los oídos, sino también nos da la
capacidad de hablar…y es saber hablar de corazón y con el corazón
atento, ardiente e iluminado por la Palabra. (Cfr. EG 144). La familiaridad con el corazón de Jesús nos capacita
para poder escuchar como Él escucha; quien escucha a un amigo, a un hermano, a
un niño….a Jesús escucha!
Las voces de los más pequeños tienen mucho que decirnos; ellos son los
predilectos de Jesús y desconocer sus voces, es desconocer la obra del Espíritu
Santo que se manifiesta en cada uno de ellos.
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