NAVIDAD
Guión
Pesebre Viviente 3
EL
CUMPLEAÑOS DE PAPÁ NOEL - Año
2007
Una mañana muy calurosa de diciembre,
exactamente un 6 de diciembre, se lo encontró muy triste, desolado y apenado
a... a... a Papá Noel. Sí, a Papá Noel.
¿Qué había sucedido? ¿Por qué alguien
tan famoso y querido por todos los chicos estaba allí, tan solo y con tanta
tristeza?
¿Saben por qué? Porque era su
cumpleaños y estaba solo, nadie se acordaba de él. Todo el mundo —y esta vez
sin exagerar— “todo el mundo”, se creía que el día de su cumpleaños era el 25
de diciembre. O al menos eso era lo que parecía. Él se daba cuenta de que
cuando llegaba ese día, o mejor dicho el día anterior, el 24, todos se
preparaban y se escondían emocionados como para darle una fiesta sorpresa de
cumpleaños, y los días antes ya estaban muñecos de él (algunos bastante feos)
en todos los negocios, en todos los arbolitos y guirnaldas, y también en
letreros y postales.
Pero su fiesta de cumpleaños era
realmente el 6 de diciembre, y su nombre verdadero Nicolás, exactamente: San
Nicolás de Bari, porque Bari era la ciudad donde había nacido.
¿Y por qué se confundirían tanto? Ya
se lo imaginaba. Lo que seguramente sucedió fue que alguna vez alguien lo habría
descubierto con un montón de regalos la noche del 24 y pensó que sería por su
cumpleaños. Únicamente así se explica el porqué de su gran fama en ese día.
Pero la realidad es muy diferente,
totalmente diferente. Lo que sucedía era que en esa Noche —la noche de paz, la
noche de amor, la más santa entre las santas, la noche donde Dios baja a los
hombres para quererlos de cerquita, para estar siempre con ellos y no dejarlos
nunca, esa noche en la que una estrella brilla un poco más, en donde todo
debiera inclinarse hacia el niño de Belén— esa misma noche y cada noche del 24
de diciembre, San Nicolás compra todo tipo de regalos porque a él le hubiera
encantado llegar como los pastores al Pesebre y llenar de regalos al niñito
Jesús. Pero como eso sucedió muchísimos años antes de que él naciera, cada vez
que llega la Navidad le hace todos esos regalos a lo más parecido en la Tierra
a Jesús Niño, y lo más parecido son los otros niños, son todos los niños. ¿Y
saben qué? A él le gustaría que todos hicieran lo mismo.
Le gustaría que cada persona se dé
cuenta de que Jesús vino para quedarse con nosotros, y que se quedó en cada
persona, en cada nene y en cada grande, y que si creemos esto, al menos para
Navidad, con todas las ganas de besar y abrazar y celebrar al Niño de Belén,
con todas esas ganas tendríamos que amar a nuestros hermanos, sobre todo a los
que están solos, tristes, enfermos.
Papá Noel —perdón, San Nicolás— sigue
triste, porque aún muchos hombres siguen pensando que es él el personaje más
importante de la Navidad, y mientras la gente piense eso no harán nada por los
demás, por los “niños Jesús” que viven en cada corazón, especialmente en el
corazón de los niños.
Y él sabe que el Niño Jesús, que es el
Niño Dios, vino para eso: para hacer un pesebre en cada corazón y poder habitar
allí para siempre. Mientras no sepan esto, mientras desconozcan el verdadero
sentido de la Navidad, esa Navidad durará sólo un ratito, casi el tiempo en el
que se consume una estrellita de pólvora o una bengala de colores. Y no cumplirá
su misión, la de ir sembrando la esperanza en el mundo, la de dejarnos la
certeza de que Dios está con nosotros, desde esa noche maravillosa en la que
hasta las estrellas bajaron y los ángeles cantaron, los pastores bailaron,
burros, bueyes y ovejas contemplaron, reyes adoraron y una joven estrenó la
palabra mamá, mamá de Dios y mamá de todos.
“No, no, no es mi día”, repetía una y
otra vez San Nicolás, “qué dirían José y María al ver que se equivocan tanto”.
San Nicolás no comprende, sigue
triste. Pero nosotros, cada uno de nosotros, podría ayudarlo un poco. Podría
comenzar a contarle a todo el mundo lo que verdaderamente tenemos que celebrar
en la Navidad, el cumpleaños del Niño Dios, que nació allá lejos, en Belén, y
acá cerca en cada uno; hace poco más de 2000 años y ahora mismo, en cada Noche
Buena.
Y podemos comenzar este año, rezando
por San Nicolás el 6 de diciembre,
preparando un bonito pesebre, en nuestra casa y en nuestro corazón, y
aprendiendo de él que le hace regalos a todos los que puede, haciéndoles
regalos también a todos lo que él no alcanza.
Para eso tenemos que ver en los
rostros de cada hombre, lo que Dios vio para querernos tanto, ese brillo que
habrá dejado la estrella de Belén y que es igual a la del Niñito.
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