jueves, 23 de abril de 2015

Revista de Pentecostés: Formación

ALEGRÍA MISIONERA


Cuántas cosas en nuestras vidas cotidianas son el resultado de una recomendación y del entusiasmo del otro en su relato y en la expresión y gestos de su cuerpo al hacerlo. Muchas. Muchísimas veces. Y si no fuera así, no existiría la publicidad organizada.
No se trata que seamos parte de una  publicidad. Se trata de un anuncio, de  una misión. Nuestra misión.
“La alegría del Evangelio es una alegría misionera”  (EG 21) dice Francisco en su Encíclica Evangelii Gaudium que este año estamos releyendo con ojos y corazón nuevos en la búsqueda de pistas para mejorar nuestra tarea y nuestra vida de cristianos, amigos y testigos de Cristo. Y continúa alentándonos compartiendo la vivencia de todos los que alguna vez la anunciamos. Esa alegría es una alegría que se renueva en el mismo hecho de anunciarla y de compartirla.
El Papa para evocarnos esta experiencia toma el texto de San Lucas (Lc. 10,17) en el que los “discípulos regresan de la misión llenos de gozo”. Cuanto de esto lo experimentamos nosotros al volver de nuestras tareas pastorales e incluso de las misiones especiales en los tiempos fuertes, como en las misiones que se llevaron adelante para el anuncio de la Pascua, por ejemplo en nuestra Ciudad de Buenos Aires. Y agrega “porque la alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto”.
Así es. Pero para ello hay que “salir de sí y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21) ¿Cómo? “Primereando” sin temores, “tomando la iniciativa al ejemplo del Señor que nos primereó en el Amor” ( EG 24), que achicó las distancias tomando la naturaleza humana, humillándose, enviándonos y compartiendo el Amor del mismo Dios, su Espíritu Santo.
¿Y qué hacemos con los temores, los miedos? Desde los primeros discípulos hasta nuestros días, vamos venciendo los miedos. No por temerarios voluntariosos o inconscientes, sino porque confiamos en Jesús, en su Palabra, en la Gracia de Dios. “En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero” y continúa Francisco diciéndonos que “todo cristiano es misionero en la medida que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús”. ( EG 120)
No implica que no nos formemos, agrega párrafos más adelante, sino que en este anuncio los demás nos evangelizan constantemente también a nosotros. (EG 121)
Los que nos encontramos con el rostro amoroso de Jesús en los diferentes caminos que Dios haya aprovechado para su muestra de amor incondicional e infinito son muy variados, sabemos que “la vida no es lo mismo sin Él”. Eso es lo que urge comunicar al otro. Ese descubrimiento. Esa alegría. Ese amor no puede callarse. No por mérito propio. Por el de Jesús y por su Santo Espíritu que nos regala esa alegría como uno de sus frutos. (Gal. 5-22).
“Hoy…la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera” que consiste en “llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos”. (EG 127) Llevar este anuncio  de “ formas tan diversas” y creativas (EG 129) pero primordialmente a través del diálogo en el “que escuchemos las alegrías, esperanzas, inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128) es parte de nuestra tarea.
Pero sin olvidar lo central del mensaje a través de “una actitud humilde y testimonial”  (EG 128) de la alegría por el Amor de Dios en su paso por nuestras vidas y en la historia de la humanidad, recordando que el anuncio es “tan rico y profundo que siempre nos supera”. (EG 128)
“El diálogo es mucho más que la comunicación de la verdad” sino “el gusto de hablar y por el bien concreto que se comunica entre los que se aman por medio de las palabras” (EG 142). Implicaría darse mutuamente en ese diálogo.
Si llevamos la alegría del Espíritu Santo y nos sabemos llenos del Amor de Dios no podemos dejar de repartirla por todos lados y a cada momento. Porque podemos decir junto con Juan que:
 Lo que hemos visto y oído,
se lo anunciamos también a ustedes,
para que vivan en comunión con nosotros.
Y nuestra comunión es con el Padre
y con su Hijo Jesucristo.
Para que nuestra alegría sea completa
les escribimos esto.
1 Jn 1, 3 – 4

El Espíritu Santo nos llene el corazón en este Pentecostés y nos renueve una vez más para poder multiplicar y repartir la alegría del Amor y la Fidelidad de Dios que nos acompaña y cumple su Palabra a favor de nosotros.

Nos unimos como Iglesia  en la oración vigilante de los cristianos en las diferentes vigilias y a la actitud orante constante de nuestro papa Francisco.

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