ALEGRÍA MISIONERA
Cuántas
cosas en nuestras vidas cotidianas son el resultado de una recomendación y del
entusiasmo del otro en su relato y en la expresión y gestos de su cuerpo al
hacerlo. Muchas. Muchísimas veces. Y si no fuera así, no existiría la
publicidad organizada.
No se
trata que seamos parte de una
publicidad. Se trata de un anuncio, de
una misión. Nuestra misión.
“La
alegría del Evangelio es una alegría misionera”
(EG 21) dice Francisco en su Encíclica Evangelii Gaudium que este año
estamos releyendo con ojos y corazón nuevos en la búsqueda de pistas para
mejorar nuestra tarea y nuestra vida de cristianos, amigos y testigos de
Cristo. Y continúa alentándonos compartiendo la vivencia de todos los que
alguna vez la anunciamos. Esa alegría es una alegría que se renueva en el mismo
hecho de anunciarla y de compartirla.
El
Papa para evocarnos esta experiencia toma el texto de San Lucas (Lc. 10,17) en
el que los “discípulos regresan de la misión llenos de gozo”. Cuanto de esto lo
experimentamos nosotros al volver de nuestras tareas pastorales e incluso de
las misiones especiales en los tiempos fuertes, como en las misiones que se
llevaron adelante para el anuncio de la Pascua, por ejemplo en nuestra Ciudad
de Buenos Aires. Y agrega “porque la alegría es un signo de que el Evangelio ha
sido anunciado y está dando fruto”.
Así
es. Pero para ello hay que “salir de sí y sembrar siempre de nuevo, siempre más
allá” (EG 21) ¿Cómo? “Primereando” sin temores, “tomando la iniciativa al
ejemplo del Señor que nos primereó en el Amor” ( EG 24), que achicó las
distancias tomando la naturaleza humana, humillándose, enviándonos y
compartiendo el Amor del mismo Dios, su Espíritu Santo.
¿Y qué
hacemos con los temores, los miedos? Desde los primeros discípulos hasta
nuestros días, vamos venciendo los miedos. No por temerarios voluntariosos o
inconscientes, sino porque confiamos en Jesús, en su Palabra, en la Gracia de Dios. “En virtud
del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en
discípulo misionero” y continúa Francisco diciéndonos que “todo cristiano es
misionero en la medida que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo
Jesús”. ( EG 120)
No
implica que no nos formemos, agrega párrafos más adelante, sino que en este
anuncio los demás nos evangelizan constantemente también a nosotros. (EG 121)
Los
que nos encontramos con el rostro amoroso de Jesús en los diferentes caminos
que Dios haya aprovechado para su muestra de amor incondicional e infinito son
muy variados, sabemos que “la vida no es lo mismo sin Él”. Eso es lo que urge
comunicar al otro. Ese descubrimiento. Esa alegría. Ese amor no puede callarse.
No por mérito propio. Por el de Jesús y por su Santo Espíritu que nos regala
esa alegría como uno de sus frutos. (Gal. 5-22).
“Hoy…la
Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera” que consiste en “llevar
el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a
los desconocidos”. (EG 127) Llevar este anuncio
de “ formas tan diversas” y creativas (EG 129) pero primordialmente a
través del diálogo en el “que escuchemos las alegrías, esperanzas, inquietudes
por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128) es parte
de nuestra tarea.
Pero
sin olvidar lo central del mensaje a través de “una actitud humilde y
testimonial” (EG 128) de la alegría por
el Amor de Dios en su paso por nuestras vidas y en la historia de la humanidad,
recordando que el anuncio es “tan rico y profundo que siempre nos supera”. (EG
128)
“El
diálogo es mucho más que la comunicación de la verdad” sino “el gusto de hablar
y por el bien concreto que se comunica entre los que se aman por medio de las
palabras” (EG 142). Implicaría darse mutuamente en ese diálogo.
Si llevamos la alegría del Espíritu Santo
y nos sabemos llenos del Amor de Dios no podemos dejar de repartirla por todos
lados y a cada momento. Porque podemos decir junto con Juan que:
Lo que hemos visto y oído,
se lo anunciamos también a ustedes,
para que vivan en comunión con nosotros.
Y nuestra comunión es con el Padre
y con su Hijo Jesucristo.
Para que nuestra alegría sea completa
les escribimos esto.
1 Jn 1, 3 – 4
El
Espíritu Santo nos llene el corazón en este Pentecostés y nos renueve una vez
más para poder multiplicar y repartir la alegría del Amor y la Fidelidad de
Dios que nos acompaña y cumple su Palabra a favor de nosotros.
Nos
unimos como Iglesia en la oración
vigilante de los cristianos en las diferentes vigilias y a la actitud orante
constante de nuestro papa Francisco.
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