jueves, 23 de abril de 2015

Revista Pentecostés: Editorial

LLEVAMOS LA ALEGRÍA DEL ESPÍRITU


Esta Revista nos ayudará a vivir este tiempo pascual y a disponernos mejor para recibir, una vez más, al Espíritu Santo, en la fiesta de Pentecostés. Queremos celebrar con nuestros niños la fiesta de la Iglesia, la fiesta del Espíritu Santo. Lo haremos en cada decanato de nuestra Arquidiócesis, lo haremos con el entusiasmo y la fuerza que nos da el Espíritu Santo, pero sobre todo con ALEGRÍA, ya que no vamos a una fiesta con cara larga, desganados o arrastrando los pies, sino que si la fiesta está buena vamos a divertirnos y a pasarla bien. La alegría es el sello de los cristianos, la alegría y nuestras buenas obras, hechas con amor y a veces con un poquito de sacrificio.
“Llevamos la alegría del Espíritu”, es el lema de este Pentecostés para Niños. Como dijimos en Pascua, Jesús es la causa de nuestra alegría. Quien conoce y ama a Jesús no puede dejar de sentir la alegría de su Vida, el calor de sus Palabras, el fuego de su Amor. Jesús nos prometió el Espíritu Santo y ¿quién es el Espíritu Santo? Reconocemos su acción en nosotros: “El fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia”, nos dice san Pablo en la Carta a los Gálatas (5, 22-23). Por los frutos se reconoce el árbol: cuando amamos de verdad, cuando rezamos y sentimos la presencia de Dios, cuando vivimos las bienaventuranzas de Jesús, cuando vamos a la fiesta de la Misa dominical, cuando obedecemos a nuestros padres, cuando damos una mano a quien lo necesita, cuando callamos los secretos, cuando compartimos lo que somos y tenemos con quien lo necesita, cuando brota la bondad en nuestros corazones, cuando respetamos a los demás, cuando sufrimos en silencio, cuando no nos quejamos, cuando no insultamos, cuando respetamos nuestro cuerpo, cuando queremos sin egoísmos, cuando abrimos los ojos y nos damos cuenta de la maravilla de la creación, cuando leemos la Biblia y sentimos que Dios nos habla, cuando pedimos perdón de nuestros pecados y perdonamos de corazón, cuando olvidamos el mal recibido, cuando nos acordamos de nuestros abuelos y tenemos ganas de visitarlos, en fin, cuando hacemos una obra buena…el Espíritu Santo está!
A veces nos olvidamos del Espíritu Santo. Nos decía el Papa Francisco: “El Espíritu Santo, el gran olvidado en nuestras oraciones. Nosotros a menudo rezamos a Jesús, rezamos al Padre, especialmente cuando rezamos el Padre Nuestro, pero no tan frecuentemente rezamos al Espíritu Santo. Es verdad ¿no? El olvidado. Y necesitamos pedir su ayuda, su fortaleza, su inspiración. El Espíritu Santo, que ha animado por entero la vida y el ministerio de Jesús, es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana. La existencia de un hombre, una mujer, que se dicen y quieren ser cristianos”. Así que…¡a tenerlo más presente!  Una comunidad inspirada por el Espíritu Santo es una comunidad misionera, que quiere dar testimonio de Jesús, que se compromete con su barrio, con su gente, con sus necesidades. El Espíritu Santo vino en Pentecostés e hizo un lío bárbaro, los amigos de Jesús salieron al mundo entero, llevaron el Evangelio a las fronteras y dieron sus vidas como testimonio del amor de Jesús. Hoy también tenemos que salir, “hacer lío” decía el Papa Francisco a los jóvenes. Y salir con alegría, ya que llevamos la alegría del Espíritu grabada en nuestros corazones desde el día de nuestro bautismo.
Para vivir esta alegría miremos a la Virgen María, ella estaba en Pentecostés y me imagino que en su rostro resplandecía la alegría de Jesús resucitado. Ella que lo dio a luz, que lo crió, que estuvo al pie de la cruz, también pudo contemplarlo lleno de luz y de vida. Y Ella como Madre de la Iglesia también nos anima a vivir nuestra vocación cristiana con alegría. ¡Con Ella llevamos la alegría del Espíritu!
Quiero agradecer en este número de la Revista a Mons. Eduardo García, Obispo de San Justo, que nos acompañó tantos años y con tanto entusiasmo, le pedimos al Espíritu Santo que lo colme con la bondad del Buen Pastor en esta nueva misión que le pide la Iglesia.
S.E.R Mons. Ernesto Giobando s.j

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