miércoles, 29 de julio de 2015

Revista de la Peregrinación: Nuestro Altarcito

En la dulce y confortadora alegría de seguir acompañando a nuestros niños en su caminito espiritual, nos dejamos iluminar en esta ocasión por Santa Teresita de Lisieux , porque como todos los Santos, ella es amiga de Jesús y nos ayuda a custodiar la feliz amistad con él; Teresita en su manuscrito autobiográfico nos cuenta: “siendo demasiado pequeña para asistir al mes de María, me quedaba en casa con Victoria y hacía con ella mis devociones ante mi pequeño altarcito de María, que arreglaba yo a mi manera. Era todo tan pequeño –candelabros, floreros, un mantelito-, y dos cerillas que hacían de velas, bastaban para alumbrarlo. En alguna que otra vez, Victoria me daba la sorpresa de regalarme dos cabitos de vela, pero era raro”[1]. Así vemos cómo ella expresa su amor a María con signos y gestos concretos.

Si tuviéramos la posibilidad de preguntarle a Santa Teresita ¿qué es lo que más te gusta de la Virgen? seguramente escucharíamos lo que tantos niños conservan en su corazón y que son aquellos mismos a quienes acompañamos… ¡que es hermosa!, ¡que me quiere mucho!, ¡que es mi mamá!, ¡que quiere mucho a Jesús!... y así podríamos seguir dejando resonar en nuestro corazón, tantas expresiones y experiencias de ternura y cercanía de María. Estos son los tesoros que la Virgen regala a los más pequeños…, que sin duda son semillas de santidad.

Somos conscientes que  nuestros niños sienten la presencia de María muy cercana, y cuando tienen una imagen o estampita de ella, les surge espontáneamente mirarla con admiración, abrazarla con cariño y ternura o tocarla con atención observando todos sus detalles…; o simplemente imitarla juntando sus manitos para rezar con los ojos cerrados y el corazón orientado a Dios. Con la espontaneidad característica de los más pequeños y con las diversas maneras de expresar su amor, se aferran con total confianza al inmenso cariño que la Virgen les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad y condición de ser hijos amados.

¡Qué hermoso! es poder acompañar y trasmitir a nuestros niños el amor y la confianza en la Virgen María, que se expresan en signos de amor concretos, como lo hacía Teresita preparando velitas, flores, un mantelito y un lugar especial que ella llama “mi altarcito de María”; son signos de amor que en su cotidianeidad la hicieron salir de sí misma para ir al encuentro de los hermanos llevando el Tesoro que la Virgen le ayudó a descubrir: Jesús! 
La Virgen María es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo nuestro corazón a la fe con su cariño materno y abriendo nuestro corazón a los hermanos para poder compartir con todos la alegría de ser amigos de Jesús.
Queremos animarnos una vez más, a salir de nosotros mismos y con una mirada atenta descubrir en lo cotidiano tantos altarcitos que son expresión de auténtica fe y profunda confianza en la caricia del  consuelo maternal de la Virgen, que como a San Juan Diego, nos sigue diciendo al oído: «No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?»[2].


[1] Santa Teresa del Niño Jesús. Historia de un Alma. Ed. B.A.C. Madrid 1977.
[2] Nican Mopohua, 118-119.

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