domingo, 20 de septiembre de 2015

Revista de la misa Arquidiocesana 2015: Formación

Alabado seas mi Señor


«Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. Este hermoso cántico nos recuerda que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»[1](Laudato si’ 1).
Nuestra casa común clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.
Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). (Cf. Laudato si’ 2).
 Nada de este mundo nos resulta indiferente por eso el Papa Francisco frente al deterioro ambiental global, se dirige a cada persona que habita este planeta para entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.
Al desarrollar la encíclica el Papa acude a San Francisco como el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. (Cf. Laudato si’ 9. 10).
Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin la apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo.
La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio. (Cf. Laudato si’ 11).
El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza. (Cf. Laudato si’ 12).
El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, porque tenemos la certeza que las cosas pueden cambiar.
El Papa Francisco nos hace una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta.  Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. (Cf. Laudato si’ 14).
La Carta encíclica LAUDATO SI’, que se agrega al Magisterio social de la Iglesia, nos ayuda a reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta. (Cf. Laudato si’ 15).




[1] Cántico de las criaturas: Fonti Francescane (FF) 263.

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