Estamos llegando al final de este año de compartir la vida y la fe…qué
bueno poder hacerlo juntos alrededor de
María, José…el pesebre…. y con ellos contemplar al Dios que nos salva.
·
Podemos comenzar mirando imágenes de la Navidad…sería bueno usar
variadas y de todo el mundo…aquellas que nos muestran un pesebre y la realidad
del ruido…luces…distracciones…de la vida cotidiana. Podemos sumar también
artículos de los diarios, revistas, noticias de la vida…positivas, dónde
experimentamos el bien y de las otras…. (acordes
a la realidad de cada comunidad).
Si
quieren y tienen los medios pueden armar un video breve, flash de imágenes….
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Seguidamente nos dividimos en pequeños grupos y conversamos…
I ¿cuál de las imágenes, qué noticia, nos interpela en este tiempo cercano
a la Navidad?
I ¿por qué?
I ¿qué significa la Navidad para nosotros?...pueden hacer una lluvia de
ideas con la palabra Navidad.
Sería lindo que todos los integrantes puedan compartir su pensar, su
sentir…expresarse…
Si es posible vemos entre todos este video corto de youtube
y luego compartimos qué mensaje nos deja y ponemos en común algo de lo
expresado en los grupos.
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A continuación le entregamos a los grupos…todos o uno a cada uno de
estos párrafos del Papa Francisco…están extraídos de sus homilías de Navidad.
[…]Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a
lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los
esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar.
Y precisamente allí,
en esa desafiante realidad, María nos regaló al Emmanuel. El Hijo de Dios tuvo
que nacer en un establo porque los suyos no tenían espacio para él. «Vino a los
suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11).
Y allí…, en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni
lugar para el forastero que viene de lejos, en medio de la oscuridad de una
ciudad en pleno movimiento y que en este caso pareciera que quiere construirse
de espaldas a los otros, precisamente allí se enciende la chispa revolucionaria
de la ternura de Dios. En Belén se generó una pequeña abertura para aquellos
que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han
sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada.
En los pasos de José
y María se esconden tantos pasos. Vemos las huellas de familias enteras que hoy
se ven obligadas a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no
eligen irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados
de su tierra. En muchos de los casos esa marcha está cargada de esperanza,
cargada de futuro; en muchos otros, esa marcha tiene solo un nombre:
sobrevivencia. Sobrevivir a los Herodes de turno que para imponer su poder y
acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente.
María y José, los que
no tenían lugar, son los primeros en abrazar a aquel que viene a darnos carta
de ciudadanía a todos. Aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta
que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la
fragilidad del más débil[...]
Domingo 24 de diciembre de 2017
[…]El Niño que nace
nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo
esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las
insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos
faltará. Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de nuevo en la
sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido luminoso de la vida.
Dejémonos interpelar
por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que,
hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre
ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su dignidad»: en el refugio subterráneo
para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el
fondo de una barcaza repleta de emigrantes. Dejémonos interpelar por los niños
a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su
hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas[…]
Sábado 24 de diciembre de 2016
[…]Cuando oigamos
hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos
hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su
rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del
corazón que no conoce ocaso. Este Niño nos enseña lo que es verdaderamente
importante en nuestra vida. Nace en la pobreza del mundo, porque no hay un
puesto en la posada para Él y su familia. Encuentra cobijo y amparo en un
establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y, sin embargo, de esta
nada brota la luz de la gloria de Dios. Desde aquí, comienza para los hombres
de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y del rescate
perpetuo. […]En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de
abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un
comportamiento sobrio, es
decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es
importante. En un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el
pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda
y el poner en práctica la voluntad de Dios. Ante una cultura de la
indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de
vida ha de estar lleno de piedad,
de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de
la oración […]
Jueves 24 de diciembre de 2015
[…]Esta noche santa,
en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre,
nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar
por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? «Pero si yo busco
al Señor» –podríamos responder–. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo,
sino dejar que sea él quien me busque, quien me encuentre y me acaricie con
cariño. Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia:
¿permito a Dios que me quiera?
Y más aún: ¿tenemos
el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de
quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás
eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el
mundo de hoy! Paciencia de Dios, cercanía de Dios, ternura de Dios.
La respuesta del
cristiano no puede ser más que aquella que Dios da a nuestra pequeñez. La vida
tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de
que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para
propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y
suplicarle: «Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las
circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las
necesidades de los demás, de la humildad en cualquier conflicto».[…]
Miércoles 24 de diciembre de 2014
[…]Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que
recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran
de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela
aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos
estaban en vela. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio.
Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde
dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios
Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te
has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has
hecho débil. […]
Martes
24 de diciembre de 2013
·
Después
de leerlas podemos conversar:
¿A qué nos invitan estas palabras? ¿A
qué nos movilizan? ¿Qué pasa por nuestro corazón?
Escribir por grupos una
frase, una oración para compartirla luego, podemos pedir…agradecer…
Para el momento de
oración sería lindo que estuviesen colocadas las imágenes de María y José. Puede
sonar de fondo música de villancicos…muy suave.
Alguien lee: Lc.2,7-19
Invitamos a leer lo
que cada grupo escribió y acercarse y colocarlo en el pesebre para ir armando
la cuna que espera a Jesús.
Cuando todos han leído, colocamos al Niño en el centro y mientras hacemos
una canción, vamos pasando para besar al Niño.
Concluimos con una oración común o un canto, un saludo de paz y una
merienda compartida.
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