Sabemos que muchas veces vivimos situaciones que no nos gustan, que nos lastiman a nosotros o a quienes queremos, que no nos hacen crecer en amistad, en generosidad, en alegría. ¡Cuántas veces escuchamos a los grandes decir que nada puede cambiar! Pero si escuchamos a Jesús, Él nos dice que vivir en el Amor es el camino para cambiar aquello que nos hace daño, que nos genera tristeza, que nos da bronca porque son cosas injustas. Jesús nos invita a poner nuestra confianza en Él porque Él mismo es nuestra Esperanza.
Jesús siempre tiene regalos para nosotros: un día soleado, juegos con amigos, ratos de complicidad y picardía con los abuelos, abrazos con mamá y papá y ¡agreguemos aquí otros regalos! Todo llena de alegría nuestros corazones. Y nos muestra que de la mano de la alegría viene la Esperanza. ¡Qué linda imagen! La alegría y la Esperanza se dan la mano.
¿Qué podemos hacer con nuestras manos por los demás? Acariciar, abrazar, chocar los cinco cuando algo nos sale bien o nos saludamos de esa manera, compartir… ¿Qué más podemos agregar a esta lista?
Para que nuestras manos sean signos de esperanza en el mundo es que en la Misa Jubilar queremos llevar en ellas nuestros corazones para ofrecérselos a Jesús. Y entonces Él los va a llenar de Esperanza. Una Esperanza que transforma cada gesto hecho por y para los otros.
¡Qué lindo saber que con Jesús en el corazón compartimos la Esperanza a través de gestos como compartir lo que tenemos, abrazar al que está triste, ayudar a levantarse a quienes se cayeron, dar ánimo a quien se siente desconsolado!
Pero escuchemos al mismo Jesús que nos dice en Su Palabra: “ "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". (Mt. 25, 40)
¿Cómo nos sentimos al escuchar esto que nos dice Jesús a cada uno?
¿Queremos compartir la Esperanza que Jesús pone en nuestros corazones? ¿Con quiénes? ¿Para qué?
¿Nos animamos? ¿Cómo?
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