Ya cercanos a la Semana Santa le pedimos a Jesús que pase
por nuestras vidas y nos bendiga. Así lo hizo cuando entró en Jerusalén y la
multitud lo aclamaba diciendo: “¡Hosana, bendito el que viene en el nombre del
Señor!”. Los niños se subían a los árboles de olivo y cortaban gajitos para
saludar al Señor. Y con las hojas de las palmeras y los mantos los ponían a sus
pies, y Jesús arriba de un burrito dejaba que hicieran semejante fiesta y
alboroto. Toda la ciudad se conmovió, y no era para menos. Los judíos esperaban
al Mesías enviado por Dios, ese era el tiempo en que Dios visitaba a su Pueblo.
Pero sabemos que a los pocos días esa multitud se iba a poner en contra de
Jesús. Los que hoy te aplauden, mañana te condenan, es así la condición humana.
Y Jesús entró en Jerusalén para morir y resucitar, lo sabía, lo presentía, y se
dejó conducir por su Padre Dios. El perdón de los pecados no iba a ser fácil ni
gratuito, le iba a costar su Sangre.
Cada paso del Señor en esta Semana Santa es un paso de
salvación. Se reúne con sus amigos en el lugar que habían preparado para
festejar la Pascua de los judíos. Allí un apóstol lo traiciona, Pedro le juró
que no lo iba a negar, y al final lo hizo. En el Cenáculo Jesús lavo los pies a
sus amigos, instituyo la Eucaristía, les dejó y nos dejó el mandamiento del
amor para ponerlo en práctica. Pasó la noche en oración en el Monte de los
Olivos, después lo pusieron preso, vendido por veinte monedas de plata. Fue
condenado a muerte, Pilatos se lavó las manos, la multitud pedía que lo
crucificaran, cargó con la cruz camino al Calvario, el Cireneo lo ayuda con
semejante peso, muere con otros dos condenados, y Él era inocente. Lo ponen en
un sepulcro, su Madre lo acompaña en todo momento con otras mujeres y tienen un
dolor inmenso. Y en el sepulcro permaneció tres días y finalmente: ¡RESUCITÓ!
Sí, está vivo y siempre estará con nosotros hasta el fin del mundo.
Por eso le pedimos a Jesús que también hoy pase y nos
bendiga. Que sintamos en nuestras comunidades y familias su presencia
salvadora. Ojalá que la Semana Santa sea vivida como debe ser vivida por los
cristianos. Que nuestros niñas y niños sientan el inmenso amor de Jesús. Que
lleven sus ramitos de olivo el domingo de Ramos, ese ramito significa que Jesús
es nuestro Rey, nuestro Dios Salvador. Ese ramito bendecido que llevamos a
nuestros hogares y nos acompañará todo el año, puesto en una cruz o detrás de
un cuadrito de la Virgen.
El material que presentamos en este número de la Revista
es para “bajarlo” a la realidad de nuestros chicos. Ojalá sea de ayuda y
provecho, hay mucho esfuerzo y dedicación, hay muchas personas detrás que
desean que a nuestros niños y niñas no les falte el Pan de la Palabra.
Les deseamos, queridos lectores, una feliz Semana Santa y
una fecunda Pascua de Resurrección. La Vicaría de Niños está al servicio de
ustedes. Muchas gracias.
S.E.R Mons. Ernesto Giobando s.j
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