Les ofrecemos distintos relatos de personajes bíblicos para trabajar con los chicos
En la ciudad de Ur, en el país de Caldea, vivían un
hombre y su esposa: Abraham y Sara.
Un día, Dios
dijo a Abraham que abandonara esa ciudad y que fuera hacia el país de Canaán; y
le prometió que, si lo hacía, lo haría padre de una gran nación. Sara y Abraham
no tenían hijos pero creyeron en Dios y le obedecieron.
Los dos tenían
un deseo muy profundo en su corazón, tener un hijo, pero el tiempo pasaba y
parecía que la promesa de Dios no se cumpliría.
Un día,
mientras Abraham descansaba, vio a tres extraños que se acercaban a él.
Entonces se levantó, fue a darles la bienvenida y los invitó a su tienda para
que comieran y descansaran. Cuando terminaron de comer, uno de los hombres
explicó la razón de su visita. Para ese entonces, Sara y Abraham eran muy
ancianos, pero la Misericordia de Dios se haría presente en sus vidas, muy
pronto tendrían el hijo que tanto tiempo habían esperado. Nació Isaac.
La
Misericordia de Dios se hace eco de los deseos más profundos del hombre.
JOSÉ (Gén. 37 - 45)
Jacob tenía
doce hijos. José, el menor, era su hijo preferido. Jacob le regaló una túnica
especial, lo cual despertó terribles celos en el resto de los hermanos.
Un día, Jacob
envió a José al campo a que viera si el ganado y sus hermanos estaban bien;
pero cuando ellos lo vieron acercarse, decidieron darle muerte. Sin embargo,
Rubén, el hermano mayor, logró convencerlos de no matarlo y sugirió dejarlo en
un pozo seco para después poder rescatarlo. Pero pasaron por el lugar unos
comerciantes rumbo a Egipto y el resto de los hermanos vendieron a José como
esclavo. Tomaron su túnica, la mancharon de sangre y se la llevaron a su padre,
Jacob, quien pensó que José había sido atacado por animales y había muerto.
En Egipto, José
fue vendido como esclavo a un oficial del rey quien por asuntos familiares lo
encerró en prisión. Dios le había concedido a José el don de interpretar sueños
y esto llegó a oídos del faraón quien no lograba entender uno de sus sueños.
Entonces lo llamó y José interpretó el sueño del faraón. Así se convirtió en un
hombre muy importante en Egipto. Dios nunca lo abandonó, su misericordia lo
salvó de morir y de la prisión.
Pasó el tiempo
y una hambruna muy grande se desató en la región. Los hermanos de José y su
padre pasaban hambre y decidieron ir a Egipto a comprar semillas. Quien se
ocupaba de administrar todo era José, que no fue reconocido por sus hermanos.
Pero él se mostró a ellos luego de saberlos arrepentidos.
La
Misericordia de Dios hace que José no muera a manos de sus hermanos y lo salva
de la prisión. Y esa misma Misericordia es vivida por José, quien se reconcilia
con sus hermanos y con toda la familia para que no muriera de hambre.
MOISÉS (Éx. 2 - 3)
El pueblo de
Israel vivía esclavizado en Egipto. El nuevo rey dio órdenes de que todo bebé
israelita varón fuera ahogado en las aguas del río Nilo.
En esa época,
una mujer israelita de la tribu de Leví dio a luz un bebé muy hermoso. Lo
escondió en su casa durante tres meses. Como podía ser descubierto por el
faraón, su mamá le hizo un cesto cubierto de brea y lo llevó al río Nilo
sabiendo que cerca estaba la hija del faraón.
La princesa vio
la cesta flotando y cuando sus sirvientas lo abrieron encontraron al niño. La
hija del faraón le puso por nombre Moisés que significa salvado de las aguas.
Moisés creció
en el palacio del faraón pero sabía que era un israelita.
Un día vio cómo
un capataz egipcio maltrataba con su látigo a un israelita, y sin pensarlo, Moisés
le dio muerte. Luego decidió huir al desierto y trabajó como pastor.
Cierta ocasión
en que Moisés estaba cuidando el ganado vio una zarza que ardía sin consumirse.
Se acercó y oyó una voz, era Dios que se daba a conocer, le reveló su nombre
“Yo soy el que soy”. Y le confió la misión de liberar al pueblo de Israel de la
esclavitud de Egipto y la promesa de permanecer siempre con él.
La
Misericordia de Dios cuidó a Moisés de niño para que no muriera y, a pesar de
su pecado al matar al egipcio, lo siguió eligiendo para revelarse y confiarle
la misión de la liberación que tanto esperaba su pueblo.
OSEAS (Os. 1- 14)
El
profeta Oseas da su mensaje cuyo principal tema es el amor del Señor
despreciado por su Pueblo. Pero no sólo lo va a comunicar sino que será su
experiencia de vida matrimonial.
El
pueblo de Israel se había prostituido, había caído en la idolatría. Reconocía
al Señor como su Dios, pero también rendía culto a Baal, porque pensaba que de
él dependían las lluvias, la fertilidad del suelo y la fecundidad del ganado.
Este pueblo necesita una drástica purificación. Israel había perdido el sentido
de la trascendencia de su Dios, y lo había puesto a la par de los dioses
cananeos. El país se había cubierto de ídolos bajo la mirada indiferente de los
sacerdotes que habían olvidado su misión de llevar al pueblo al verdadero
conocimiento de Dios. Habían puesto la confianza en sus propias fuerzas.
Parecía que habían olvidado: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto
llamé a mi hijo...¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los
brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba.” (Os. 11, 1-4).
La Misericordia de Dios se hace ternura, amor
apasionado por su Pueblo, que lo hace decir: “Vuelve, Israel, al Señor tu Dios…
Yo los curaré de su apostasía, los amaré generosamente, porque mi ira se ha
apartado de ellos.” (Os. 14, 2.5) A pesar de las infidelidades del pueblo, el
Señor siempre es fiel a su alianza.
DAVID ( 2 Sam. 11- 12)
David fue coronado rey de Israel y al
tiempo se estableció la paz. David ordenó que trajeran a Jerusalén el arca que
contenía las tablas de los Mandamientos dados por Dios a Moisés. El pueblo y su
rey celebraron con danzas y comida.
David se destacaba por su fidelidad al
Señor pero en alguna ocasión la quebrantó. Se enamoró de Betsabé, la esposa de
Urías, un valiente soldado de su ejército. Para poder casarse con ella, le
pidió al comandante de sus ejércitos que enviase a Urías al frente de las
tropas hasta el lugar donde pudiera ser muerto por el enemigo. Pasó el tiempo y
llegó la noticia de que Urías había muerto en batalla. David se casó con
Betsabé y creyó que su secreto jamás sería conocido. Pero nada escapa a Dios y
envió a Natán, como su mensajero, para que David tomara conciencia de la
gravedad de su pecado. David sintió una profunda y amarga tristeza por el mal
que había hecho.
La Misericordia de
Dios se hace presente en el perdón y en la continuidad de la misión de David,
que Dios le había otorgado, como rey de su Pueblo.
NAAMÁN EL SIRIO (2 Rey. 5, 1- 15)
Naamán era un
hombre muy importante en todo el reino de Siria pues era el comandante del
ejército del rey. Este militar tenía a su disposición todo lo que un hombre
puede desear: fama, poder, riquezas. Sin embargo, Naamán padecía una terrible
enfermedad de la piel que no tenía cura. Esto lo acongojaba.
Una de sus
sirvientas era una mujer israelita quien le dijo a la esposa de Naamán que en
Israel había un profeta que podía curarlo.
El rey de Siria
permitió que Naamán fuera a Israel en busca del profeta Eliseo. Cuando llegó a
su destino, el sirviente del profeta salió a recibirlo y le dijo que su Maestro
le había dicho que debía ir hasta el río Jordán y sumergirse siete veces en sus
aguas para ser sanado. Naamán se sintió decepcionado, esperaba algo
extraordinario pero sus sirvientes lo convencieron. Fueron hacia el río Jordán
y Naamán hizo lo que le habían dicho. Al salir de las aguas estaba
completamente curado. Regresó a la casa de Eliseo para darle las gracias y le
dijo que a partir de ese momento sabía que el Dios de Israel era el único y
verdadero Dios.
La
Misericordia de Dios se hace presente en los dolores de cada día y es para
todos, Naamán no pertenecía al pueblo de Israel.
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