Dejándonos moldear el corazón por los amigos de Dios…
En la dulce y confortadora alegría de
seguir acompañando a nuestros niños en su caminito espiritual, nos dejamos
iluminar el corazón por el Cura Bochero, ¡que próximamente será proclamado
Santo! Él se animó a recorrer, con su mulita el camino de la misericordia, y en
este Año Jubilar, nos ayuda a ponernos en sintonía con el corazón de Jesús, con
sus sentimientos y actitudes misericordiosas, más aún, a vivir en actitud
misericordiosa con quienes compartimos nuestra cotidianeidad y en modo
particular con los niños; para esto necesitamos algo extraordinario: ¡dejarnos
moldear el corazón por los amigos de Dios!, dejarnos moldear el corazón por
quienes comparten la feliz amistad con Jesús.
Con
el ejemplo del Cura Brochero queremos vivir en la dinámica de la gratuidad,
acompañando a los niños para que sigan creciendo con una espiritualidad y
religiosidad que tengan la huella de los santos, la huella de los amigos de
Dios…y al mismo tiempo custodiar la capacidad de los más pequeños de dejarse
iluminar el corazón por el Evangelio y la alegría renovada para anunciar el
amor de Jesús en gestos concretos.
La
espiritualidad de los más pequeños, por ser fruto del Evangelio encarnado,
renace siempre con una fuerza activamente evangelizadora, por eso estamos
llamados a alentarla y fortalecerla. Las expresiones de la espiritualidad en
los niños tienen mucho que enseñarnos, son un lugar teológico, lugar de la
presencia de Dios…; así lo fue también en la vida de nuestro querido Cura
Brochero, quien con una espiritualidad anclada en el Evangelio y en su pueblo,
anunció la novedad de la Buena Noticia con audacia, en voz alta y en todo
tiempo y lugar, incluso a contracorriente (Cfr. EG259).
¡Qué
lindo es poder trasmitir a los niños lo hermoso que es vivir la amistad con
Jesús como lo hicieron los santos! A vivir con el corazón abierto a Dios y a
sus amigos, en modo particular con los que están más solos; a contarle
confiadamente a Jesús cuáles son sus miedos y sueños, o las cosas que los hacen
felices para poder consolar y dar ánimo a los que están tristes; a escuchar las
palabras de Jesús y a darle gracias por su amor; para poder enseñar al que no
sabe o dar un buen consejo; a visitar a Jesús sacramentado para así poder visitar
al amigo que está enfermo o que simplemente espera la visita de una sonrisa
amistosa. De este modo seguimos ofreciendo a los niños acompañamiento y guía,
que muchas veces nos implicará
reinventar métodos y encontrar nuevos recursos. (Cfr. AL 260).
El Cura
Brochero, con su ejemplo nos anima a ser verdaderos discípulos misioneros,
sabiendo que Jesús camina con nosotros, habla con nosotros, trabaja con
nosotros. Él nos enseña a tener una mirada atenta que sabe reconocer a Jesús
vivo y presente en el corazón mismo de nuestra entrega misionera. Por eso
podemos motivar a los niños, con fuerza y entusiasmo, a buscar lo que Jesús
busca y amar lo que Él ama. (Cfr. EG 266).
Para
compartir con los más pequeños el Tesoro que llevamos dentro y entregarnos
generosamente, así como lo hizo nuestro querido Cura Brochero, necesitamos
reconocer que cada niño es digno de
nuestra entrega; que ellos en su realidad son motivo de la ternura de Jesús y
que Él mismo habita en sus vidas. Más allá de toda apariencia, cada niño es
inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si
podemos ayudarlos a descubrir que Jesús los ama incondicionalmente, eso ya
justifica nuestra entrega (Cfr. EG 274). ¡Cuánto bien nos hace dejarnos moldear
el corazón por los amigos de Dios! Y así, alegrarnos porque nuestra vida se
embellece con los rostros y los nombres de los más pequeños con quienes
compartimos el camino.
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