lunes, 25 de noviembre de 2019

Rincón de los animadores



“…Sólo en Dios descansaré,
de Él viene mi esperanza”… Sal 61


Podemos comenzar el encuentro haciendo una búsqueda del tesoro.

Organizamos distintos grupos…(les asignamos colores o números)

Les entregamos a cada uno la primera pista; puede ser una cita bíblica que los remita a un determinado lugar en el templo…o capilla…por ej: Lc. 2,19 Tendrán que llegar hasta una imagen de la Virgen donde encontrarán en un sobre con su color o número de grupo una parte de una frase.
Irán a buscar la segunda pista…por ej Lc.22, 9 los llevará hasta el Sagrario. Ahí encontrarán otra parte de la frase.
Seguirán con la tercera pista… por ej: 2 Tim.3, 16, los guiará hasta el ambón….

Éstas son sólo sugerencias, cada comunidad según sus posibilidades, creatividad y realidad armará las pistas.

Cuando hayan recogido las 5 partes podrán armar la siguiente frase:



Éste es el versículo 19 del  Salmo 9 que el papa Francisco tomó como título para su mensaje en la III Jornada Mundial de los Pobres que celebramos el domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, este año, el 17 de noviembre.
Vamos a reflexionar  y  conversar juntos algunos párrafos del texto para cerrar este año mientras nos preparamos para la Navidad, fiesta en la que renace nuestra esperanza.

Le entregamos a cada grupo los textos y las preguntas para compartir:

El Dios que Jesús quiso revelar es éste: un Padre generoso, misericordioso, inagotable en su bondad y gracia, que ofrece esperanza sobre todo a los que están desilusionados y privados de futuro.

La esperanza se comunica también a través de la consolación, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento, cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo. Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado un poco de nuestro tiempo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa.


A veces se requiere poco para devolver la esperanza: basta con detenerse, sonreír, escuchar. Por un día dejemos de lado las estadísticas; los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar: son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa. Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo.


La condición que se pone a los discípulos del Señor Jesús, para ser evangelizadores coherentes, es sembrar signos tangibles de esperanza.




Compartimos:

¿Qué me dicen personalmente estos textos? ¿Alguno me moviliza más? ¿Cuál?
¿En qué, en quiénes pongo mi esperanza?
¿Qué esperanza anuncié este año?
¿Es Jesús mi  Esperanza?

Convocamos al encuentro de los grupos con un canto y ponemos en común lo charlado.

………………………………………………


Si ya está armado el pesebre nos sentamos alrededor de él, sino colocamos en el centro de nuestra ronda la imagen del Niño para hacer nuestra oración.  Encendemos una vela.
Podemos tener alrededor de la imagen pequeñas cajitas de regalo.


Después de hacer nuestras oraciones pidiendo o dando gracias para que renazca Jesús como nuestra verdadera esperanza podemos invitarlos a recoger un regalo mientras hacemos un canto apropiado.
Dentro, las cajas pueden contener un mensaje alentando a la misión, al servicio, a la alegría, a un renovado compromiso con el anuncio. 

Terminamos compartiendo una merienda si es posible.


El amor que da vida a la fe en Jesús no permite que sus discípulos se encierren en un individualismo asfixiante, soterrado en segmentos de intimidad espiritual, sin ninguna influencia en la vida social (cf. Evangelii gaudium, 183).

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