martes, 4 de abril de 2017

Zona Monaguillos

Amigos que valen la pena:
San Tarcisio

Proponemos realizar un encuentro con los monaguillos.

Esquema de reunión sugerida:
1. Comenzamos con una oración.
2. Juego recreativo.
3. Trabajamos con la vida de San Tarcisio
4. Cierre con una oración



Alrededor del año 350, gobernaba el imperio Romano el emperador Valeriano, que era cruel y bestial. Se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio Romano y había que acabar con ellos.
Los cristianos para poder celebrar sus oraciones se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente que mientras estaban los cristianos rezando o celebrando la misa, llegaran los soldados, los sorprendieran de improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaran o les condenaran a otros martirios. Esta forma de morir por Jesús ellos la consideraban como una confesión de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Tarcisio estuvo presente cuando en una de estas ocasiones mataron al mismísimo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedó grabada fuertemente en su alma de niño, y fue entonces cuando decidió seguir la suerte de los mayores, si en alguna oportunidad le tocaba la misma situación.

Un día estaban celebrando la Misa en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda que hay muchos cristianos en las cárceles de Roma que necesitan la fuerza que Jesús les da con su presencia en la Eucaristía para enfrentar su muerte. Pero hacía falta alguien que les llevara la comunión. Muchos levantaron su mano, grandes y chicos, contentos de poder servir a Dios y de ayudar a sus hermanos. Era una situación de mucho peligro.

Uno de esos niños era Tarcisio. Ante tanta inocencia y ternura exclama, lleno de emoción, el anciano Sixto: "¿Tú también, hijo mío?" —"¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años".

Ante tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con mano temblorosa las Hostias Consagradas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarcisio, de apenas once años, con esta recomendación: "Cuídalas bien, hijo mío". —"Descuide, Padre, tendrá que pasar sobre mi cadáver quien quiera quitármelas".

Sale contento de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando. —"Hola, Tarcisio, juega con nosotros: Necesitamos un compañero". —"No, no puedo. Otra vez será", mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho. Y uno de ellos exclama: — "¿qué llevas ahí escondido?". Y otro: - "Debe ser eso que los cristianos llaman …", e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, lo lastiman. Así y todo, Tarcisio por nada del mundo permite que le roben a Jesús Eucaristía a quien ama más que a sí mismo...

En ese momento pasa por allí un soldado romano, que estaba haciendo la catequesis y conoce a Tarcisio. Los niños agresores huyen del lugar. El soldado pregunta a Tarcisio ¿te han hecho mucho daño? El débil y agonizante Tarcisio le contesta: No te preocupes por mí. Pero escucha: llevo la Sagrada Eucaristía.
El soldado lo carga en sus brazos y lo lleva hacia las Catacumbas de San Calixto, en la Vía Appia. Al llegar, ya estaba muerto.


Preguntas:
¿Qué nombre tenía el santo?
¿Cuál era la situación de los cristianos en el imperio Romano?
¿Qué pide el Papa Sixto?
¿Por qué había que llevarle la comunión a los que estaban presos?
¿Cuál es la reacción de la gente ante el pedido del Papa?
¿Qué le pasó al niño?
¿Qué pensás de toda esta historia?



Oración a San Tarcisio

San Tarcisio: mártir de la Eucaristía,
pedile a Dios que todos
y en todas partes
demostremos un inmenso amor
y un infinito respeto al Santísimo Sacramento
donde está nuestro amigo Jesús,
con su Cuerpo y su Sangre,
su Alma y su Divinidad
Amén.


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