jueves, 25 de febrero de 2016

Año de la Misericordia: En la Biblia

Les ofrecemos distintos relatos de personajes bíblicos para trabajar con los chicos

ABRAHAM Y SARA (Gén. 18, 1- 15)

    En la ciudad de Ur, en el país de Caldea, vivían un hombre y su esposa: Abraham y Sara.
    Un día, Dios dijo a Abraham que abandonara esa ciudad y que fuera hacia el país de Canaán; y le prometió que, si lo hacía, lo haría padre de una gran nación. Sara y Abraham no tenían hijos pero creyeron en Dios y le obedecieron.
    Los dos tenían un deseo muy profundo en su corazón, tener un hijo, pero el tiempo pasaba y parecía que la promesa de Dios no se cumpliría.
    Un día, mientras Abraham descansaba, vio a tres extraños que se acercaban a él. Entonces se levantó, fue a darles la bienvenida y los invitó a su tienda para que comieran y descansaran. Cuando terminaron de comer, uno de los hombres explicó la razón de su visita. Para ese entonces, Sara y Abraham eran muy ancianos, pero la Misericordia de Dios se haría presente en sus vidas, muy pronto tendrían el hijo que tanto tiempo habían esperado. Nació Isaac.
    La Misericordia de Dios se hace eco de los deseos más profundos del hombre.


JOSÉ (Gén. 37 - 45)

    Jacob tenía doce hijos. José, el menor, era su hijo preferido. Jacob le regaló una túnica especial, lo cual despertó terribles celos en el resto de los hermanos.
    Un día, Jacob envió a José al campo a que viera si el ganado y sus hermanos estaban bien; pero cuando ellos lo vieron acercarse, decidieron darle muerte. Sin embargo, Rubén, el hermano mayor, logró convencerlos de no matarlo y sugirió dejarlo en un pozo seco para después poder rescatarlo. Pero pasaron por el lugar unos comerciantes rumbo a Egipto y el resto de los hermanos vendieron a José como esclavo. Tomaron su túnica, la mancharon de sangre y se la llevaron a su padre, Jacob, quien pensó que José había sido atacado por animales y había muerto.
    En Egipto, José fue vendido como esclavo a un oficial del rey quien por asuntos familiares lo encerró en prisión. Dios le había concedido a José el don de interpretar sueños y esto llegó a oídos del faraón quien no lograba entender uno de sus sueños. Entonces lo llamó y José interpretó el sueño del faraón. Así se convirtió en un hombre muy importante en Egipto. Dios nunca lo abandonó, su misericordia lo salvó de morir y de la prisión.
    Pasó el tiempo y una hambruna muy grande se desató en la región. Los hermanos de José y su padre pasaban hambre y decidieron ir a Egipto a comprar semillas. Quien se ocupaba de administrar todo era José, que no fue reconocido por sus hermanos. Pero él se mostró a ellos luego de saberlos arrepentidos.
    La Misericordia de Dios hace que José no muera a manos de sus hermanos y lo salva de la prisión. Y esa misma Misericordia es vivida por José, quien se reconcilia con sus hermanos y con toda la familia para que no muriera de hambre.

MOISÉS (Éx. 2 - 3)

    El pueblo de Israel vivía esclavizado en Egipto. El nuevo rey dio órdenes de que todo bebé israelita varón fuera ahogado en las aguas del río Nilo.
    En esa época, una mujer israelita de la tribu de Leví dio a luz un bebé muy hermoso. Lo escondió en su casa durante tres meses. Como podía ser descubierto por el faraón, su mamá le hizo un cesto cubierto de brea y  lo llevó al río Nilo sabiendo que cerca estaba la hija del faraón.  
    La princesa vio la cesta flotando y cuando sus sirvientas lo abrieron encontraron al niño. La hija del faraón le puso por nombre Moisés que significa salvado de las aguas.
    Moisés creció en el palacio del faraón pero sabía que era un israelita.
    Un día vio cómo un capataz egipcio maltrataba con su látigo a un israelita, y sin pensarlo, Moisés le dio muerte. Luego decidió huir al desierto y trabajó como pastor.
    Cierta ocasión en que Moisés estaba cuidando el ganado vio una zarza que ardía sin consumirse. Se acercó y oyó una voz, era Dios que se daba a conocer, le reveló su nombre “Yo soy el que soy”. Y le confió la misión de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y la promesa de permanecer siempre con él.

La Misericordia de Dios cuidó a Moisés de niño para que no muriera y, a pesar de su pecado al matar al egipcio, lo siguió eligiendo para revelarse y confiarle la misión de la liberación que tanto esperaba su pueblo.

OSEAS (Os. 1- 14)

    El profeta Oseas da su mensaje cuyo principal tema es el amor del Señor despreciado por su Pueblo. Pero no sólo lo va a comunicar sino que será su experiencia de vida matrimonial.
  El pueblo de Israel se había prostituido, había caído en la idolatría. Reconocía al Señor como su Dios, pero también rendía culto a Baal, porque pensaba que de él dependían las lluvias, la fertilidad del suelo y la fecundidad del ganado. Este pueblo necesita una drástica purificación. Israel había perdido el sentido de la trascendencia de su Dios, y lo había puesto a la par de los dioses cananeos. El país se había cubierto de ídolos bajo la mirada indiferente de los sacerdotes que habían olvidado su misión de llevar al pueblo al verdadero conocimiento de Dios. Habían puesto la confianza en sus propias fuerzas. Parecía que habían olvidado: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo...¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba.” (Os. 11, 1-4).

La Misericordia de Dios se hace ternura, amor apasionado por su Pueblo, que lo hace decir: “Vuelve, Israel, al Señor tu Dios… Yo los curaré de su apostasía, los amaré generosamente, porque mi ira se ha apartado de ellos.” (Os. 14, 2.5) A pesar de las infidelidades del pueblo, el Señor siempre es fiel a su alianza.

DAVID ( 2 Sam. 11- 12)

David fue coronado rey de Israel y al tiempo se estableció la paz. David ordenó que trajeran a Jerusalén el arca que contenía las tablas de los Mandamientos dados por Dios a Moisés. El pueblo y su rey celebraron con danzas y comida.
David se destacaba por su fidelidad al Señor pero en alguna ocasión la quebrantó. Se enamoró de Betsabé, la esposa de Urías, un valiente soldado de su ejército. Para poder casarse con ella, le pidió al comandante de sus ejércitos que enviase a Urías al frente de las tropas hasta el lugar donde pudiera ser muerto por el enemigo. Pasó el tiempo y llegó la noticia de que Urías había muerto en batalla. David se casó con Betsabé y creyó que su secreto jamás sería conocido. Pero nada escapa a Dios y envió a Natán, como su mensajero, para que David tomara conciencia de la gravedad de su pecado. David sintió una profunda y amarga tristeza por el mal que había hecho.
La Misericordia de Dios se hace presente en el perdón y en la continuidad de la misión de David, que Dios le había otorgado, como rey de su Pueblo.

NAAMÁN EL SIRIO (2 Rey. 5, 1- 15)

    Naamán era un hombre muy importante en todo el reino de Siria pues era el comandante del ejército del rey. Este militar tenía a su disposición todo lo que un hombre puede desear: fama, poder, riquezas. Sin embargo, Naamán padecía una terrible enfermedad de la piel que no tenía cura. Esto lo acongojaba.
    Una de sus sirvientas era una mujer israelita quien le dijo a la esposa de Naamán que en Israel había un profeta que podía curarlo.
    El rey de Siria permitió que Naamán fuera a Israel en busca del profeta Eliseo. Cuando llegó a su destino, el sirviente del profeta salió a recibirlo y le dijo que su Maestro le había dicho que debía ir hasta el río Jordán y sumergirse siete veces en sus aguas para ser sanado. Naamán se sintió decepcionado, esperaba algo extraordinario pero sus sirvientes lo convencieron. Fueron hacia el río Jordán y Naamán hizo lo que le habían dicho. Al salir de las aguas estaba completamente curado. Regresó a la casa de Eliseo para darle las gracias y le dijo que a partir de ese momento sabía que el Dios de Israel era el único y verdadero Dios.
    La Misericordia de Dios se hace presente en los dolores de cada día y es para todos, Naamán no pertenecía al pueblo de Israel.


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