lunes, 23 de noviembre de 2015

En navidad: El niño se hace misericordia

Ya cercanos a la Navidad ofrecemos esta Revista para que juntos vayamos preparando a nuestros niños y adolescentes en este tiempo tan especial de la Iglesia: el Año de la Misericordia. Sabemos que el Papa Francisco ha convocado este jubileo a los 50 años de la conclusión del Concilio Vaticano II. Este hecho histórico marcó un antes y un después en la Iglesia católica, tratando de hacer un esfuerzo para que la Iglesia sea una comunidad de puertas y ventanas abiertas, dando lugar a todos sus hijos, en especial a los que están más alejados. La misericordia es la palabra clave de toda la revelación bíblica, ya que Dios es “rico en misericordia” y nos ha enviado a su Hijo, nacido de la Virgen María, haciéndose así el rostro misericordioso de Dios entre los hombres.
Este Adviento y Navidad están empapados de la misericordia divina. Ahora bien, ¿qué significa la misericordia? No es una palabra fácil de definir, literalmente significa “amor y corazón para con los pobres”. Por eso se nos pide que tengamos misericordia, compasión, presencia, acciones concretas para aquellos que sufren todo tipo de dificultades materiales y espirituales. 
El Papa Francisco nos dice: “El Año Santo se abrirá el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Esta fiesta litúrgica indica el modo de obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por esto pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor (cfr Ef 1,4), para que fuese la Madre del Redentor del hombre. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona. En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (Bula Misericordiae Vultus, 3).
Francisco abrirá la Puerta Santa. Es una puerta especial, es la puerta que se abre en los Jubileos y años santos: “Yo soy la Puerta de las ovejas, si uno entra por mí, se salvará” (Jn 10, 9), nos dice el mismo Jesús. Hay que pasar por esta puerta, no hay otra posibilidad si queremos alcanzar la salvación. Pero no hay que pasarla como la puerta de un shopping, que se abre para que consumamos. La Puerta de Jesús es estrecha y el camino que nos conduce a ella es angosto. La Puerta de Jesús se abre con la llave de nuestras buenas obras, con las obras de misericordia materiales y espirituales. Cuando lleguemos a la Puerta de Jesús él nos mirará las manos y el corazón: las manos llenas de buenas obras, y el corazón lleno de su amor y compasión. 
Se acerca la Navidad y como vemos los negocios y las calles se adornan con lucesitas y guirnaldas multicolores. Mucha gente compra y compra, como si la navidad fuera gasta y gastar. Está bueno hacer un regalo, pero lo mejor sería una navidad solidaria. Y un regalo nos alegra el momento, pero la misericordia cambia el corazón. Está bueno juntarnos y celebrar juntos, comer, beber, tirar cohetes hasta la madrugada, pero la Navidad cristiana es otra cosa: es el comienzo de este Dios hecho hombre que se hace cuna y pura fragilidad. En Navidad renace las ganas de ser más buenos, mejores personas, más generosos, más compasivos. Navidad es la Misericordia de Dios hecha carne. Y es María precisamente la Mujer que le dio carne al amor de Dios. Y desde esta cuna miremos la realidad del mundo, con sus heridas y dolores: “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo” (MV, 15). Nos dice el Papa Francisco.
En esta Navidad al besar al Niño Dios y estrecharlo con nuestras manos hagamos una oración por nuestro mundo y por tantos que sufren la pobreza, el olvido, la guerra, la discriminación, y juntos como Iglesia seamos compasivos y misericordiosos y así obtendremos misericordia de Dios.
Feliz Navidad queridos lectores y nuestro deseo de un bendecido año 2016. 

Ernesto Giobando sj, Obispo Auxiliar
Vicaría de Niños.
Arquidiócesis de Buenos Aires

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